lunes, 19 de octubre de 2009

Ya lo dijo Benedetti.

Amiga, ya lo dijo Benedetti, usted sabe que puede contar conmigo.

Cuando el viento sopla cálido
y cuando sopla gélido.
Cuando amanece entre melón y tostadas
o cuando lo hace entre lagrimas.

Cuando estoy, y también
cuando no estoy, aunque si.

En tardes entre parques
o murallas, o ambas cosas.
En la ausencia de todo,
en la totalidad de nada.
En la ausencia de nada
y e la totalidad de todo.

Acá, allá y siempre.
Puede contar conmigo.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Cuestión de principios.

Tengo un problema de principios.
Desde que estás no los encuentro,
no es que no los tenga,
es que mis principios son tú.
Por lo tanto mis fines son también tú.

Pero desgraciadamente tú eres mis finales.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Que le den a la Historia.

Tú.
Yo.

Y nadie más.

(JL&C)
Pies dolidos de tacones, carmín corrido, camisa abierta, falda demasiado corta.
El pelo huele a tabaco, la sonrisa incoherente a alcohol.
Se desploma sobre una cama sin hacer.
Mañana la despertará la jaqueca, con la vaga sensación de haber dejado olvidada su vida en la barra mugrienta de algún bar.

sábado, 29 de agosto de 2009

Té con hierbabuena.

Abres los ojos y el sol inunda la habitación, es una claridad en la que parece no haber sombras, es bastante molesta. Caminas cabizbajo hasta el baño te golpeas la cara con agua una y otra vez. Café, tostadas, zumo... Como todas las mañanas. Te enfundas en ropa y sales a la calle. La gente camina arriba y abajo. Bajas esa pequeña pendiente, cruzas el umbral. Té con hierbabuena y... Un poco de felicidad.

martes, 28 de julio de 2009

¿Punto y final?

Todos los finales suponen un principio.
De esta forma, nos vemos inmersos en un bucle sin fin en el que solemos perdernos y desorientarnos.
Permanecemos atentos, siempre, a lo que acaecerá. No nos permitimos disfrutar cada final, cada principio.
Entonces nos preguntamos "¿por qué?". Pero siempre hay silencio cuando la respuesta es sencilla: miedo. Un sin fin de soluciones atormentan la mente, entonces deseas con toda tu alma la posibilidad del determinismo, evitar la elección, que todo esté preescrito.
Nos aferramos a la opción más fácil y cobarde: la huída.
Cerramos los ojos antes lo inevitable, andamos a tientas en medio de la oscuridad buscando una luz que jamás se encenderá por sí sola.
Quizá sea el momento de arriesgarse a acertar.

Punto y principio.